-

13 noviembre, 2008

Niños: Empezar a cumplir las normas

Hasta ahora, nuestros hijos eran libres de cumplir ciertas normas sociales: podían comer con las manos, bajarse los pantalones, tirarse pedos... Pero cuando se hacen mayores estas reacciones nos parecen los primeros síntomas de un niño maleducado. Es el momento de aprender algunas reglas. Entonces nos entra la prisa y queremos que respete todas las normas de una vez. O no hacemos nada y seguimos riéndole los pedos hasta los diez años, cuando la cosa tendrá difícil solución. Ninguno de estos dos extremos es bueno.

Hay un momento para cada cosa, y está claro que no podemos obligarle a usar el baño antes de controlar esfínteres, ni a utilizar los cubiertos antes de tiempo. Tenemos que esperar a que afiance sus habilidades y entonces, poco a poco, enseñarle a respetar las reglas para que sea un niño adaptado. Pero, ¿qué reglas están listos para respetar? Analizamos algunas situaciones delicadas y vemos si ha llegado el momento de introducir la disciplina.

Servirse primero (...el trozo más grande)

Los adultos charlan en torno a una mesa de café y esperan que alguien coja el primer pastelito de la bandeja. Pero no hay que esperar más, para eso está nuestro hijo de tres años y medio. En cuanto divisa los dulces se lanza coger el más grande y codiciado. O peor aún, lo coge y, tras darle dos mordiscos estratégicos, lo deja de nuevo en la bandeja para coger otro.

Hay muchas variantes, pero cualquiera de ellas produce mucho bochorno, por más que los asistentes se empeñen en reír y quitarle importancia al asunto.

Qué hacer

  • En el momento nos saldrá decirle: "¡Eso no está bien!". Aunque es importante dejar claro que las cosas no se hacen así habra que explicarle cómo se hacen.
  • Después, tenemos que revisar cómo es nuestro comportamiento en casa. ¿Le servimos siempre el primero? ¿Le damos el mejor filete o el dulce más grande? Entonces no podemos esperar que él aprenda a respetar los turnos, a elegir moderadamente o a dejar "el de la vergüenza".
  • Tiene que empezar a conocer las reglas sociales, que tienen mucho que ver con respetar y ponerse en el lugar de los demás. Tenemos que enseñarle que hay que esperar turnos y que no puede elegir siempre el más grande porque es de "mala educación". Además, en casa habrá que tratarle como a uno más.
Pipí, ¿en cualquier parte?

"Estábamos con en una terraza de verano y nuestro hijo se bajó los pantalones y se puso a hacer pipí en un árbol. Pero el árbol estaba junto a otra mesa en la que comía una familia", cuenta Claudia.

Sintió vergüenza y regañó a Gustavo delante de la familia afectada. El niño se sintió confundido cuando su madre le regañó. ¿No habían quedado en que era bueno regar los árboles?

Qué hacer
  • A los tres años aún no suelen sentir pudor por bajarse los pantalones. A los cuatro, su propia vergüenza les impedirá acercarse mucho a los demás.
  • Desde que empiezan a controlar los esfínteres hay que enseñarles que no pueden hacer sus necesidades en cualquier parte.
Carreras por el hospital

Hay comportamientos que rebasan la educación y se convierten en cuestiones de respeto. Es el caso de las carreras por los pasillos de un hospital, una residencia de ancianos o una biblioteca.

Suelen ser lugares atractivos para correr, desde luego, una invitación al patinaje artístico. Pero la prohibición no es por gusto.

Qué hacer
  • Nuestro hijo ya entiende qué es un hospital y empieza a ser capaz de ponerse en el lugar del otro. En vez de prohibirle correr, responderá mejor si le explicaremos que estamos en un sitio donde las personas están enfermas y necesitan silencio.
  • Si las carreras son por los pasillos de un aeropuerto atestado de gente, el argumento será distinto: no debe correr porque se puede perder.
  • Y cuando veamos un pasillo por el que puede correr sin peligro... vía libre.
  • Explicarle la verdadera razón de nuestras prohibiciones es de vital importancia para su respuesta y su compromiso personal con las normas.
Pedos y eructos

Lo que de pequeños nos parece incluso saludable, nos resulta inadmisible en un adulto. Pedos y eructos son la cuestión más fisiológica, más tabú, más graciosa... y más desagradable cuando se hacen mayores.

Qué hacer

No hay nada como la naturalidad para tratar estas cuestiones. La solución es no cersurarlas pero tampoco hay que favorecerlas. Hay que explicarles claramente dónde pueden hacerlas y dónde no.

Comer con las manos

Estamos en la comida de Navidad y nos percatamos de que nuestro hijo de cuatro años está comiendo con las manos. Pero esa etapa ya ha pasado, y así se lo tenemos que transmitir.

Qué hacer
  • La primera frase que se nos viene a la cabeza es: "ya eres mayor para comer con las manos". El motivo y argumento en esta ocasión no son tanto los demás como él mismo, debemos animarle a no rendirse a la primera dificultad.
  • Pero no tenemos que censurarlo por sistema, ya que cuando se encuentra con dificultades que no puede resolver, recurre a las soluciones que tomaba cuando era más pequeño.
  • Si el motivo por el que vuelve a las manos es la impaciencia o dificultad para tolerar frustraciones (se le cae la comida con el tenedor), debemos animarle a seguir usando los cubiertos.
Quitarse la ropa

La madre de Marta, de tres años, ve a su hija corriendo por la casa de su amiga en calzoncillos. Cuando la regaña, ésta asegura enfadada que tiene "caló". Y sí hace calor, pero su comportamiento no es correcto.

Que hacer
  • Quizá en casa vaya en paños menores, o incluso desnuda. Pero ya es capaz de entender, si se lo explicamos con paciencia, que el mismo comportamiento no tiene por qué estar permitido en todos los sitios.
  • Parte de nuestra labor en esta época es enseñarle a diferenicar, con nuestro ejemplo y comentarios, lo apropiado e inapropiado de ciertas conductas, en función del lugar donde se encuentre.
Predicar con el ejemplo
  • El ejemplo es nuestra arma más valiosa. Los niños entienden lo que decimos, pero, sobre todo, aprenden de lo que hacemos. Si somos educacos ellos también lo serán.
  • Coherencia. No podemos regañarle por chupar el plato y reírnos cuando lo hace su primo. Es contraproducente y se sentirá desconcertado.
  • Repetición. Responder siempre de la misma manera, con la misma estructura si es posible; le ayudará a reconocer e interiorizar nuestras normas.
  • Paciencia. El aprendizaje de las normas es progresivo. Debemos plantearnos objetivos pequeños, y solo cuando ya domine una cosa, pasar a la siguiente.