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13 agosto, 2009

¿A quién se parecerá mi bebé?

Cuando nos enteramos que un bebé está en camino empezamos a preguntarnos qué rasgos heredará de nosotros. Es imposible predecir si el bebé que está en camino heredará la inteligencia de mamá o los ojos de papá. Pero, ¿quieres saber de qué depende su aspecto físico y su personalidad?

¿Tendrá las orejas de soplillo de papá?

Desde que vemos la primera ecografía de nuestro hijo, emepezamos a preguntarnos si se parecerá a nosotros. ¿Tendrá la nariz de papá y esa es la frente de mamá? Sin embargo, es imposible saber a quién se parecerá nuestro hijo.

Luego empezamos a preguntarnos: ¿qué carácter tendrá? ¿Será un niño creativo, inteligente, con dotes de músico? Proyectamos muchos deseos sobre el bebé antes de nacer. Lo malo es que no podemos influir de ninguna manera en ello. Independientemente de lo mucho que nos rompamos la cabeza, nadie puede prever cómo será su hijo, ni físicamente ni su personalidad.

El aspecto físico no se puede planificar

La teoría parece bastante sencilla: un óvulo y un espermatozoide se juntan, las células se dividen y se multiplican formando un pequeño ser humano. Pero cuando el óvulo y el espermatozoide se encuentran, entran en juego 30.000 genesde cada uno de los progenitores, agrupados en 46 cromosomas. Y el número de combinaciones que pueden darse es infinito. Si un niño hereda los ojos azules de la madre o los marrones del padre o la tendencia a la obesidad, no depende de un solo gen sino de la combinación de muchas secciones de genes.

Además, en cada fusión entre un óvulo y un espermatozoide, los genes se mezclan de una manera diferente. Por eso, no puede haber dos personas genéticamente idénticas, a no ser que fueran gemelos monocigóticos.

Existen genes dominantes pero no definitivos. Por ejemplo, si el padre tiene ojos marrones y la madres los tiene azules, el niño tiene una probabilidad mucho más alta de que los suyos sean marrones puesto que el gen para marrón como color de ojos es dominante.

¿Se parecen todos los bebés?

Es posible que algunas características, como las orejas del soplillo, no se manifiestan en varias generaciones. Y sólo cuando nazca, los padres y toda la familia pueden comprobar a quién el recién nacido saca más parecido: "¡El hoyuelo en la mejilla es de su madre!", "¡Esta manera de abrir los ojos es igualita a cómo lo hace su papá!"

Muchos escépticos dirían: ¡qué tontería! ¡Los bebés son todos iguales! Y algunos científicos les dan la razón. Según los psicólogos de la Universidad de California en San Diego, la afirmación de que la mayoría de los niños son clavados a su madre o a su padre es falsa. Enseñaron a más de 100 personas fotos de niños de varias edades y de tres posibles madres y padres. El resultado fue inequívoco: los participantes solo reconocieron en algunos niños de un año parecidos evidentes y ¡tan solo con el padre!

¡Igualito a papá!

Los investigadores estadounidenses explican semejante resultado con motivos que radican en la evolución de la especie humana. Mientras que la madre sabe al cien por cien que el hijo es suyo, el padre no siempre puede estar seguro. Pero si reconoce rasgos suyos en sus hijos, su compromiso paterno se ve refortalecido. Por todo lo demás, un niño no se parece más a sus padres biológicos que a otros adultos, concluye el estudio californiense. Esto quizás es menos sorprendente si se tiene en cuenta que el patrimonio hereditario no solo refleja a los padres sino a todos los antepasados cuyos cromosomas se mezclaron una y otra vez.

El carácter: ¿heredado o adquirido?

Evidentemente el interés de los padres no se limita al parecido físico sino que quieren saber qué personalidad heradrán sus hijos: su inteligencia, su personalidad, sus capacidades. Desde hace más de 150 años, los genetistas humanos, biólogos, psicólogos y genetistas del comportamiento se esfuerzan por contestar esta pregunta.

La educación incide mucho en el carácter, pero los especialistas creen que también la herencia genética pone su granito de arena. Algunos investigadores que han observado el comportamiento de gemelos y niños adoptados descubrieron que los univitelinos se parecen entre sí aunque hayan crecido en familias diferentes. Y los hijos adoptados manifiestan más similitudes con el carácter de los padres biológicos, a los que no conocen, que con el de los adoptivos. Otros estudios, en cambio, confirman la influencia de los progenitores, de los compañeros y de ciertas vivencias en el desarrollo de los niños. Hoy, la mayoría de los científicos está de acuerdo con que los genes y el entorno repercuten más o menos en partes iguales en la formación de la personalidad.

Se reconoce que algunos rasgos del carácter, por ejemplo, la inteligencia, la sociabilidad o la creatividad dependen tanto de un númeor variable de genes como de las condiciones de vida del pequeño. En el caso de la inteligencia, si suponemos que la madre es muy inteligente y el padre no tanto, el niño puede heredar una inteligencia media, por debajo o por encima de la media.
El talento no lo es todo

Y esto vale para cualquier área de la vida: un niño que ha heredado de sus padres la predisposición de la dislexia puede no convertirse en un apasionado de la lectura si, por ejemplo, su profe le transmite a través de muchos ejercicios entretendios que leer es un auténtico placer. Además de los genes, influirán los estímulos, el ejemplo de los padres y del entorno y su reconocimiento. Pero lo que no es posible es convertir a un niño que no tiene oído para la música en un segundo Mozart o Beethoven. Sobre la múscia, la sociabilidad, la creatividad o la elocuencia influyen mucho los genes, aunque se ha comprobado que las condiciones de vida también ponen su granito de arena.

¿La obesidad se hereda?

En lo que concierne la herencia de la obesidad, no existe una respuesta unánime entre los científicos. Nadie duda de que los genes juegan un papel importante pero no se sabe si el riesgo heredado supone un 30, un 50 ó un 70 por ciento.

Seguramente la influencia de la sociedad es inmensa puesto que el número de personas obesas no ha crecido de modo lento y equilibrado durante décadas, sino que se ha disparado masivamente durante los últimos años. Los niños comen demasiado, están mucho tiempo sentados delante de la tele o el ordenador y no se mueven.

Además, si una persona tiene predisposición a la obesidad, no tiene que desarrollarla automáticamente: dependerá de su estilo de vida.

Los genes y el entorno

Los genes y el entorno varían en su importancia de acuerdo con determinadas etapas en la vida:

* Los investigadores han podido comprobar que las familias tienen una influencia destacada en el desarrollo de las capacidades mentales del niño durante sus tres primeros años de vida.
* Cuando los niños alcanzan la edad para entrar en la escuela primaria, los genes vuelven a imponerse.
* A los cinco y seis años los niños ya son tan independientes que se buscan un entorno en acorde con sus predisposiciones. Un niño deportista por ejemplo se dará cuenta en la clase de educación física lo bien que sabe tirar la pelota y lo rápido que corre. Cuanto más mayor se haga, mejor sabrá elegir a sus amigos y las actividades de ocio para disfrutar de sus talentos personales.

Via: serpadres