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26 agosto, 2008

¿Agobiada por las visitas?

Cuando esperamos un hijo, solemos tener muy claro cómo vamos a lidiar con los allegados para que no nos agobien durante los primeros días. Pero después el bebé nace, y nada es como habíamos planeado. Un familiar porque viene de muy lejos, un compañero de trabajo porque solo tiene libre esta hora y los tres cuñados porque no van a ser los únicos que se queden sin conocer al recién nacido. Al final, casi siempre sucede lo mismo: cedemos por no ser maleducados. Y nos sentimos mal. Descubre cómo puedes evitar esa avalancha de familiares que desean conocer al recién nacido.

Antes del parto
En la recta final de la gestación, las embarazadas suelen manifestar lo que se conoce como síndrome del nido: son una serie de conductas que tienen como fin tener todo preparado para la llegada del bebé. Puedes aprovechar ese impulso para pensar, por ejemplo, qué harás con el aluvión de regalos que se avecina.
Si un amigo o familiar nos pregunta qué regalo necesitamos, lo mejor es responder con claridad. Al fin y al cabo, si no le apetece comprarnos lo que le sugerimos, siempre estará a tiempo de enviarnos un ramo de flores.
También podemos aprovechar ese irrefrenable deseo de tenerlo todo a punto y preparar una lista de la compra para los primeros días después del nacimiento.

En el hospital
El bebé ha nacido. Sus papás lo miran embelesados. Y de pronto les surgen mil dudas: ¿tendrá frío?, ¿tendrá calor? ¿Es normal que duerma tanto?... ¿o tan poco? Es momento de conocer a nuestro hijo. Por eso lo mejor es planificar las visitas previamente. De esta manera nos ahorraremos situaciones embarazosas y quizá algún disgusto.

  • En un parto normal, el ingreso de la mamá en el hospital suele durar dos o tres días. En esos días lo ideal es recibir solo a la familia más íntima, es decir, padres y hermanos de ambos, e incluso solo padres si se viene de familia numerosa.
  • Si el nacimiento del bebé ha sido por cesárea, los días en el hospital son más, pero también son más las dificultades. Puede ser algo más difícil establecer la lactancia, y la mamá tendrá las molestias lógicas tras una intervención quirúrgica. Por lo tanto, la consigna será la misma, solo los más íntimos. Y para conseguir que los allegados lo entiendan, lo mejor es ponerlos al corriente antes del gran día.
  • En cualquier caso, lo mejor es ser más restrictivos a priori y, si luego nos apetece ver a ese amigo especial, llamarle para que se acerque.
Usar el móvil

  • En cuanto una persona se entera de que el retoño ha nacido, los teléfonos de los papás echan humo.
  • Lo mejor es que el de la madre esté desconectado. Se puede desviar al del papá y que él haga de filtro contando los detalles del parto y las características físicas de la criatura.
  • Quizá al padre tampoco le apetezca estar haciendo de teleoperador en las primeras horas de vida de su bebé. En ese caso se puede grabar un mensaje amable en el buzón de voz para disculparse y agradecer la llamada.
La vuelta a casa
parto_visitas_388_2.jpg En casa, el control de las visitas se complica. Nuestros conocidos saben que durante días estaremos a todas horas en casa. Por eso se hace todavía más importante ser claros. Muchas veces, los malentendidos se producen porque no expresamos con claridad lo que deseamos. Y no hay que dudar incluso en cancelar una cita si no nos encontramos con ganas o si el bebé está irritable. Un truco: cuando vayas a anular una cita, apela siempre a la confianza que tienes con la persona en cuestión.
  • Lo mejor es hacer una planificación previa de las visitas para evitar tumultos.
Tranquilamente sentados en el sofá, todavía embarazados, se puede hacer una lista de personas a las que, probablemente, nos apetecerá ver cuando la criatura nazca. No se trata de decirle a cada persona cuándo le daremos audiencia con un mes de antelación, pero sí de tener nosotros claro a quién nos apetecerá ver y a quién le daremos largas.
  • ¿Y qué hacemos con esas visitas que no encuentran el momento de irse?
Hay que tener claro que el posparto no es la ocasión para que la pandilla del papá se apoltrone en el sofá a pasar la tarde viendo el fútbol. Puede fijarse de antemano la duración de la visita y así evitaremos situaciones incómodas.
  • ¿Y si la visita se alarga más de lo deseado?
Pues lo mejor es decirlo con educación, claridad y firmeza. La visita nos lo agradecerá y nuestros nervios también. Cualquiera prefiere que le echen con tacto y delicadeza a estar de más en una casa. Otra solución es regalar momentos de oro. Es probable que el invitado se alegre de haber llegado a tiempo de ver la irresistible estampa de un bebé bañándose o mamando. Pero al principio a los nuevos padres les horroriza la idea de que les vean en semejante tesitura.
  • Tampoco es cuestión de hacer de camareros, tarea que suele asumir el papá.
Con total naturalidad, cuando lleguen las visitas, les invitaremos a servirse ellos mismos. Cuando una pareja tiene un hijo, todo su entorno está encantado de poder ayudarles.

Sea cual sea el argumento que utilicemos en todos estos casos, hay algo claro: la criatura depende totalmente de sus padres. Solo ellos pueden hacer su transición a este mundo más suave. Tienen licencia para proteger a la persona más importante del mundo: su bebé.

Darle el biberón
  • Si nuestro hijo se alimenta de leche artificial, resultará muy tentador para algunas visitas querer darle una toma al recién nacido. Pero el pecho de la madre es mucho más que comida. Es contacto piel con piel, son miradas de amor, es el olor de mamá. El bebé que toma leche artificial no solo recibe una pobre imitación del alimento más completo del mundo, sino que también pierde un tipo de interacción íntima con su madre imposible de entender por alguien que no haya amamantado.
  • Si la Organización Mundial de la Salud recomienda seis meses de lactancia materna exclusiva, muchos psicólogos coinciden en recomendar que al bebé que toma leche artificial solo le dé el biberón su madre, al menos por el mismo tiempo, con el fin de compensar la carencia emocional que supon