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25 mayo, 2008

Tu hijo llora sin parar: todo le molesta

Hay momentos en que nuestro hijo llora por cualquier cosa, no permite que nos acerquemos pero tampoco deja que nos alejemos demasiado. ¡Está insoportable! Pero no debemos desatenderle. Quiere hacernos entender que algo le pasa.

Causas físicas
Son las más comunes y sencillas de identificar y las más fáciles de dominar.

Tiene hambre
Normalmente no esperamos a darle de comer tanto tiempo como para que esté irritado, pero puede ocurrir. Y si ha llegado a ese extremo, aun muerto de hambre nos tirará la galleta a la cara. Ha entrado en una espiral de ansiedad y rabia, está descontrolado y él mismo no sabe lo que le pasa.

Qué hacer. Tras abrazarlo y permitirle descargar su rabia en contacto con otro cuerpo, podemos dejar algo de comida cerca. Si ese era el problema, la cogerá en cuanto se relaje un poco.

Tiene sueño
Cuando los niños tienen sueño y se esfuerzan por permanecer despiertos, su cuerpo fuerza una especie de hiperactividad que acaba convirtiéndose fácilmente en mal comportamiento y llanto. Necesitan echarse la siesta. Su sistema nervioso está también descontrolado, así que no se echará amigablemente en la cama si se lo proponemos (ahora está hiperactivo).

Qué hacer. Acercarnos a él, abrazarlo y calmarlo nos ayudará a poner las cosas en su sitio. Ya tranquilo es posible que se quede dormido.

Está incubando algo

En esos casos suele estar más mimoso, quiere estar todo el rato con mamá y su cuerpo está más débil que hiperactivo. Puede tener algún tipo de comportamiento regresivo, por ejemplo querer dormir en nuestra cama, tener miedo de quedarse solo... También puede perder el apetito, y no debemos forzarle a comer: el cuerpo es sabio y ante un virus o bacteria le cuesta menos trabajo realizar un trabajo de desintoxicación en un cuerpo ligero, y sin el trabajo extra de la digestión. Si siente dolor suele gritar cada cierto tiempo, o llevarse la mano todo el rato a la misma zona.

Qué hacer. Es posible que no lo sepamos hasta unas horas o días después. Mientras tanto, hemos de ofrecerle nuestra compañía y tranquilidad. Es importante evitar la preocupación; a esta edad casi todo son resfriados sin importancia que reforzarán su inmunidad.

Factores emocionales
Descartados los físicos, podemos sospechar de una cuestión afectiva.

  • Nuestro hijo puede pasar la tarde insoportable por algo que le pasó en la guardería, aunque cuando ocurrió se quedase tan pancho y por eso la profe no nos dijo nada.
  • Hemos de preguntarnos si las necesidades emocionales de nuestro hijo están cubiertas y podemos analizar las cosas que más le afectan.
  • Hay situaciones que les superan, su cerebro es aún inmaduro para enfrentarse a ellas. La ausencia de mamá, por ejemplo, es aún difícil de llevar.

Qué hacer. Si tenemos que pasar gran parte del día lejos de ellos, hemos de volcarnos y compensarles con creces durante el tiempo que sí compartimos. Si no les dedicamos diariamente una buena ración de atención, mimos y cariño, empezarán a sentirse realmente mal, tristes y agresivos.

Frustraciones
Están en la edad de la frustración, que en realidad es una emoción saludable, empuja a la superación. Le acompañará el resto de su vida, y ahora tiene dos orígenes muy claros.

Quiere y no puede
A la plácida vida del bebé, escrita en permanente presente, sobreviene un tiempo en el que es capaz de desear hacer cosas que aún no está listo para hacer: quiere coger el vaso grande, pero se le resbala; quiere correr detrás del gato, pero apenas consigue dar unos pasos tambaleantes en esa dirección; quiere pedirnos un juguete concreto, pero no le entendemos. Puede tolerar un cierto nivel de frustración, pero hay días en los que el vaso rebosa... y necesita consuelo.

Falta de estímulos
A esta edad el pequeño está perfectamente listo para afrontar «peligros» como recorrer la casa, abrir y cerrar puertas, trepar a cualquier cosa, aunque sea el sofá...

Pero si se pasa el día metido en su parquecito, sin posibilidad de explorar y adquirir las habilidades que le corresponden, sentirá una frustración mucho peor que la del querer y no poder (aquella le lleva a la superación; esta solo genera impotencia). Necesita estímulos apropiados a su edad. Si no los tiene, se mostrará cada vez de peor humor y menos colaborador.


Qué hacer cuándo no encontramos la causa
  • Usar la imaginación. No siempre hemos de buscar la causa. Si sospechamos que no es importante pero que el pequeño ha entrado en una espiral de mal humor, hay que interrumpirla en algún punto. Un cambio de lugar, el juego y el buen humor pueden distraerlo definitivamente de su terrible enfado.
  • Fortalecer las rutinas. Les ayudan a sentirse seguros. A veces el mal comportamiento no es más que una llamada de atención sobre la necesidad de más orden en su vida.
  • Estar más con él. Porque si llama la atención es por algo, porque nos necesita. Así que una dosis extra de atención nunca le va a hacer daño, ni le va a convertir en un consentido. Puede devolverle la seguridad que necesitaba y, con ello, el buen humor y la confianza en sí mismo.

¿Cómo conectar con el niño?
  • Hay que mirarle sin enfado ni rabia, sin desconfianza, sabiendo que lo está pasando mal y nos necesita. Lo exprese o no, él se sentirá comprendido y acompañado, y nosotros también nos sentiremos mejor. Atendemos a un niño al que le presuponemos una necesidad importante o urgente.
  • Acompañamos nuestra mirada de un acercamiento físico, algo que a esta edad hace milagros. El cariño y la comprensión cubren casi todas las necesidades y calman el dolor.
  • Entonces podemos ir probando, buscar la causa de lo que le ocurre, y expresar verbalmente las ideas que barajamos. Le estamos ayudando a comprenderse a sí mismo.
  • Demos o no con la causa, necesita que sigamos a su lado, apoyándole. Si tenemos que marcharnos, se lo explicamos y le decimos cuándo volveremos. Es mejor no mentirle, ni prometerle algo que no podamos hacer. A la vuelta, le dedicamos todos los mimos que demande, y más.