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25 abril, 2008

Un año: la sombra de mamá

Con un año, el niño es capaz de desplazarse por sí mismo y se da cuenta de lo diminuto que resulta él en el mundo. Estar cerca de mamá le da confianza para explorarlo por su propio pie. Es importante transmitirle nuestro apoyo en esta nueva etapa, y no miedo o angustia.

Los niños de un año se encuentran en un momento muy específico de su crecimiento, y esto de convertirse en la sombra de mamá es una característica común en todos ellos. Muestran una intensa fijación por la principal figura de referencia (normalmente la madre) y rechaza a los demás, incluso a familiares a los que no ve todos los días.
Cuando tiene una cuidadora o está mucho con la abuela, el apego del pequeño puede diversificarse un poco más, pero se sigue ciñendo a un círculo exclusivo, y casi siempre se centra sobre todo en una persona.

¿Por qué no se separan de mamá?
Puede llamarnos la atención que el niño de un año, que ya es capaz de desplazarse por sí mismo, que ve cómo sus facultades físicas progresan, que puede campar a sus anchas, se haga precisamente ahora tan pegajoso y asustadizo. Pero es precisamente en el momento en que empieza a caminar, a tropezar y a caerse, a comprobar que no alcanza todo lo que quiere y lo que es incapaz de hacer, cuando se da cuenta de lo ancho, difícil y hasta amenazante que puede resultar el mundo.

Piensan que mamá ha desaparecido
A esa edad, lo que no está presente sencillamente no existe. Imaginemos lo que pasa por su cabeza cuando quien desaparece es la persona más importante sin la cual su vida es inconcebible.
La capacidad de quedarse solo con la confianza de que mamá volverá es algo que no se conquista de un día para otro, lleva su proceso:
* Por parte de los padres requiere comprensión, tolerancia y una actuación equilibrada en la que el niño goce de nuestra protección y cariño constantes.
* También necesita sentirse apoyado para avanzar hacia una progresiva autonomía, que él también desea, en la medida en que va pudiendo asimilarla.
* La mejor manera de actuar es no caer en los extremos: ni ser sobreprotectores ni empujarles hacia una independencia para la que aún no están preparados.

El sentimiento de apego
* Apego es la especial relación que el niño mantiene con la persona o personas más allegadas.
* Desea su proximidad, interactúa frecuentemente con ellas por el tacto (contacto físico, caricias), la vista y el oído.
* Busca el apoyo y ayuda de estas personas, sobre todo en los momentos de ansiedad y tristeza, y siente angustia cuando se separan de él. Además, se apoya en ellas para explorar el mundo.
* Cuando siente que la madre u otra figura de apego está cerca, el niño es capaz de moverse de un lado para otro, explorar nuevos lugares, relacionarse con otras personas y, respaldado por ella, separarse e independizarse por periodos cada vez más largos.
* Cuando se siente inseguro porque la figura de apego se aleja demasiado tiempo o porque no hay una buena relación afectiva, entonces esa necesaria exploración del mundo se paralizará por la ansiedad.

¿Cómo lograr que sea independiente sin separarnos de él?
* Responder siempre a sus demandas de cariño, seguridad y atención, acogerle siempre que nos busque, pero sin pretender que esté pegado a nosotros.
* Hay que permitirle alejarse y regresar libremente en la medida en la que le apetezca y necesite.
* Es importante no quitarnos al niño de encima como si fuese un molesto engorro, lo que aumentaría su angustia y su insistencia en estar pegado a nosotros (eso es el «apego inseguro» o «ansioso»).
* No debemos mostrar ansiedad ante una pequeña separación. Si lo hacemos de un modo tranquilo y relajado, sin reflejar inquietud, esa será para el niño una pista importante de que no hay nada que temer. Hay padres que, sin darse cuenta, transmiten al niño su propia angustia de separación.
* Ir estableciendo pequeños límites razonables. Los padres tienen la necesidad de reservarse ciertos momentos para ellos: para hacer una comida, ir al baño o atender el teléfono. Podemos decirle: «Mientras mamá habla por teléfono tienes que esperar» o «no puedes estar junto a mí cuando estoy cocinando».
* Debe empezar a jugar solo. Debe hacerlo poco a poco. Empecemos a jugar juntos con algún material interesante, y después disminuyamos progresivamente nuestra intervención, pero mostrémonos implicados e interesados en lo que hace. Podemos alejarnos un poco y seguir con nuestras tareas, pero en un radio que nos permita mantener contacto visual. Posteriormente, podemos incluso ausentarnos algunos ratos de la habitación, pero hablándole frecuentemente y visitándole de cuando en cuando para animarle, elogiar sus hazañas y resaltar lo que está haciendo «él solito».
* Reservar algunos ratos para estar plenamente con él, dedicándole toda nuestra atención. Es la vivencia de esos momentos lo que le ayudará a construir su confianza y seguridad internas y a soportar algunos ratos de soledad. En cambio, si nunca nos tiene plenamente, le costará también mucho más soportar nuestra ausencia.

Cómo suavizar las separaciones
* Conviene que el niño se acostumbre a estar con otras personas además de los padres lo antes posible.
* Tenemos que informarle cuando vayamos a ausentarnos, ya que así se puede preparar, aunque le cueste. También hay que despedirse de él, aunque llore. Se sentirá más abandonado si nos vamos por sorpresa y sin decirle nada.
* Un peluche o el muñeco preferido le ayudan a soportar la ausencia. También es bueno que tenga algún objeto de sus padres para que los tenga presentes.
* Es bueno que se familiarice por anticipado con las personas que lo cuidarán en ausencia de los padres, por ejemplo, con la canguro o la abuela.
* Si le explicamos adónde vamos a ir y qué haremos le tranquilizaremos en alguna medida. También hay que decirle cuándo volveremos: «Para darte de cenar» o «cuando estés dormido, y mañana te despertaremos como cada día».
* No prolongar la despedida. Es conveniente seguir un ritual: un beso, decir adiós... Si eternizamos la despedida, parecerá que es para siempre.
* Seamos muy cariñosos en el reencuentro, contémosle qué hemos hecho, lo mucho que nos hemos acordado de él... Si está enfadado por la ausencia, seamos comprensivos.

Fuente: www.serpadres.es