La cultura popular recibe al recién nacido con euforia. Cuando nace un bebé los abuelos, tíos, primos, amigos de mamá o papá no pueden esperar para conocerlo.
Sin embargo, tras conocerse la importancia de las primeras horas de vida para solidificar el vínculo materno con el niño – razón por la cual se brega por la no separación – muchos médicos obstetras y neonatólogos están comenzando a sugerir que no se reciba ninguna visita al menos por las primeras 24 horas, y sean para mamá, papá y el bebé.
De esta manera, se pueden promover muchos beneficios como una mejor vinculación entre los nuevos padres y el bebé – especialmente importante en primerizos – se facilita la lactancia y se evita el ingreso de gérmenes a la habitación cuando el bebé es tan pequeño.
Por antipático que les resulte a los familiares y amigos, para una primeriza es muy incómodo intentar dar comienzo a la lactancia en un espacio con varias personas, sintiéndose observada. De igual manera, se recuperará mejor del gran estrés del parto – que también vivió su bebé – si puede descansar tranquila sin necesidad de ser molestada o de ser amable con las visitas.
Cabe recordar además que durante las primeras doce horas el oído y el olfato del bebé están más agudizados, por ello el contacto y la intimidad ayudan a que se vincule a pleno con sus padres.
Y finalmente, es inevitable que si muchas personas ingresan a la habitación, traigan gérmenes que a veces pueden enfermar al recién nacido, cuyo sistema inmune es muy frágil aún. Al limitar las visitas, se limitan las probabilidades de transmisión.